Dos monjes que viajaban de un templo a otro encontraron en su camino un río que debían cruzar. Parada allí delante, estaba una mujer muy joven y hermosa que también quería cruzar, pero el corriente era muy fuerte y tenía miedo.
Uno de los monjes no lo pensó dos veces y sin titubear, cogió a la joven y cargándola sobre sus hombros la pasó al otro lado del río. El otro monje los seguía haciendo gestos de desaprobación.
Bien entrado el día, el segundo monje seguía enfurruñado y con el ceño fruncido, y caminaba delante sin dirigirle la palabra al otro.
— ¿Se puede saber qué te pasa? –le preguntó éste
— ¡Qué me pasa! ¡Qué me pasa! ¿Qué me va a pasar? Pues, ¡que has transgredido un grave precepto! –contestó el monje-. Has cogido a una mujer en brazos, ¡una mujer guapa y joven!
El otro monje le contestó con tranquilidad:
— ¿Todavía la llevas encima? Yo hace tiempo que la dejé en la orilla del río.
· Cuento Zen
Uf, ¿cuándo aprenderemos a vaciar la mochila? Qué difícil es entender que se viaja mejor y se llega más rápido a la meta cuanto más ligero es el equipaje...
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